domingo, 11 de septiembre de 2011

La caja de cerillas - Séptima parte

Continuamos con nuestra pequeña aventura....


Al día siguiente de aquella “cita” (porque para mí lo había sido) con mi mejor amigo no me levanté de la cama hasta el mediodía. Era sábado y aquel fin de semana mis padres se habían ido a la playa hasta el lunes, así que decidí remolonear en la cama hasta que no pude más. No paraba de darle vueltas a lo que Guille me había dicho mientras cenábamos y en la cara de felicidad que ponía mientras hablaba de Lucía. Reprimí todo lo que pude aquella angustia y me levanté de la cama, me preparé una pizza y me dediqué a comerme durante el resto de la tarde toda la reserva de helado de chocolate con cookies que había en mi casa.
Tenía el portátil encendido y a toda leche con mis canciones favoritas y, no sé por qué, cuando My Chemical Romance empezó con “I’m not okay (I promise)” me sentí tan mal conmigo misma que empecé a lloriquear como una niña pequeña. Me vi reflejada en el espejo de mi habitación y no pude hacer otra cosa que sentir pena. Me había tenido que dar cuenta en ese mismo instante de lo que sentía por mi mejor amigo, estaba cumpliendo a rajatabla el maldito dicho de “nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. Él mismo me lo había advertido todo sobre Rober y no le había hecho caso, él era el que estaba siempre a mi lado, hasta ahora. Continué llorando como una magdalena hasta que sonó el teléfono de mi casa. Como pude, quité la música y, al coger el teléfono, mi voz intentó sonar lo más normal posible:
-¿Hola? – pregunté extrañada.
-Hola Gabi, soy Guille – “mierda” pensé, “eres tú” – sólo quería preguntarte cómo estabas, es que anoche…verás te vi algo distraída, dime ¿te pasa algo conmigo Gabi?
En aquel instante se me ocurrieron miles de respuestas, unas más ingeniosas que otras pero todas con un mismo cometido, pero preferí responder con un simple:
-Nada Guille qué me va a pasar – intenté sonar lo más despreocupada posible, y, por su respuesta, mi teatro hizo el efecto deseado.
-Ah, bueno, pensé que tenías algún problema con lo de tu abuela, ¿quieres que te ayude en algo? – En aquel momento respiré hondo, qué fácil era engañar a un chico en ese aspecto, Guille no se había dado cuenta de todo lo que me pasaba con él, y lo prefería así, no quería hacerle daño ni a él ni a Lucía.
-Ahora mismo tengo un montón de cosas que ya empiezan a tomar sentido, pero no sé cómo contactar con mi abuelo Guille, no sé ni siquiera si está vivo. – Al cambiar de tema me sentí mucho más segura y decidí que ya era hora de dejarse de tonterías y de ser la Gabi de siempre – ¿te apetecería venir a casa a echarme una mano? – le pregunté sin más.
-Por supuesto – Guille colgó al poco rato y durante nuestra conversación no me había dado cuenta de que tenía el chat abierto y de que la ventana de “Lucía Márquez” estaba abierta, con un “hola guapa! ” a modo de saludo. Le respondí al saludo y, sin más, Lucía empezó con una retahíla de dudas sobre Guille: si creía yo, que era como su hermana (“¡¡¡mierda, mierda, mierda!!!”), que Guille era un buen chico para ella, que si le gustaba de verdad o sólo la quería para algo menos serio…. Y así, media hora de topicazos sentimentales que yo respondí como buena amiga con lo típico: “es un buen chico y te quiere de verdad” o la peligrosa pero no menos convincente “anoche cuando estuvimos cenando me dijo que le gustabas mucho y que eras un encanto”. Tardó mucho en contestar, no sé si porque se había puesto a gritar como una loca por los celos o porque estaba ilusionada de emoción, no quise ser malpensada y me decanté por lo segundo. Un “ooooh qué mono :D” fue toda su respuesta, así que fue un acierto no pensar mal de ella, supongo que el hecho de ser una hermana para Guille tranquilizó a la insegura de Lucía.
Me despedí de ella como pude, ya que no paraba de hablar todo el rato y de preguntarme consejos, y empecé a recoger el cuarto para que Guille no volviera a reírse de mí. Me cambié el pijama y me puse algo más decente, justo cuando iba a tirar la basura apareció Guille, con su casco aún en la cabeza, pegué un grito y casi me caí al suelo, pero mi buen amigo me agarró del brazo para que no me cayera como una boba.
Se quitó el casco y el pelo se le cayó por la frente, despeinado, cómo me gustaba: “oh mierda no empieces Gabi”, me dije mientras intentaba controlar mentalmente mis sentimientos hacia él.

Después de tirar la basura volvimos a casa y, sobre la mesa del salón puse todo lo que mi abuela me había dejado en vida y en lo que sea que se hubiese convertido ahora. Las cajas, las fotos, las cartas, el anillo, el libro y la invitación de boda. Con todo aquello supuestamente tenía que resolver el misterio de mi abuelo. Guille empezó con la caja de cerillas, la “culpable de todo”.
-¿Qué haces? – le pregunté
-Gabi, creo que tu abuela quiere que repases todo lo que te ha dejado. Me parece que el anillo y la invitación de boda nos dicen ya muchas cosas, pero nos falta algo, algo que una la felicidad de la foto de 1955 con la tristeza de tu abuela en la foto de 1956. – me respondió muy seriamente. Parecía que se estaba empezando a tomar en serio este tema, y me gustaba que fuese así.
Dejé a Guille abriendo todos los paquetes de cerillas de la caja de hojalata, intentado buscar algo más: “si tú has sacado un anillo, qué no podré sacar yo” me dijo con sorna y con una sonrisa que casi me derrite.
Deseché de mi cabeza todo pensamiento amoroso hacia él y me enfrasqué en “nuestra investigación”, como había bautizado Guille esta aventura. Miré y remiré el anillo, dentro, encontré de nuevo las iniciales de mis abuelos: “G.E.”. Dejé el anillo en la mesa y cogí la invitación de boda, era sencilla y elegante, muy bonita.
Gabriela Serra y Eduard Ferrer
Os invitan al enlace que se celebrará en Barcelona,
en la Iglesia de San Felipe Neri el día 18 de Agosto
a las diez de la mañana. Esperan vuestra confirmación.


Parecía que todo estaba preparado para el evento, no entiendo por qué mi abuela acabó aquí, en Córdoba, sola y criando a las hijas que supuestamente su propio marido había engendrado. Decidí coger el libro de Saramago y empezar a remover las hojas en busca de algo más, aunque ya me estaba empezando a hartar de tanto misterio.
-Gabi ten cuidado – me dijo Guille, de repente, mientras guardaba las cerillas sin nada nuevo.
-¿Por qué? – Guille señaló el libro que sostenía con las manos mientras que de una de sus partes sobresalía algo de papel. Se sentó conmigo en el sofá mientras yo intentaba averiguar qué me había guardado mi abuela en aquel libro, además de su invitación de boda.
Guille y yo nos mantuvimos callados, expectantes y emocionados, como si estuviésemos aun abriendo un e-mail para saber nuestra universidad de destino. La carta tenía como destinataria a mi abuela y la dirección de su casa en Córdoba. Abrí el sobre y empezamos a leer la carta, prácticamente al unísono:



Barcelona, 18 de Agosto de 1956
Querida Gabi,
Son casi las diez de la noche y aún me pregunto dónde te has metido. No sé dónde enviarte esto, no sé ni si quiera si sigues en Barcelona o te has marchado de aquí. ¿Por qué no has llegado a la iglesia? Yo te quiero y no sé por qué me has hecho esto, delante de mi familia y todos nuestros amigos. Gabi, no entiendo por qué no has venido a la iglesia, por qué me has dejado plantado, si ayer por la noche estabas tan feliz y te veía tan convencida de todo lo que íbamos a hacer.
Estoy desconcertado, no sé qué escribirte porque no sé qué te ha pasado en estas doce horas para que cambies de opinión tan radicalmente y no aparezcas el día de tu boda, no sé qué decirte, de verdad.

Enviaré esta carta a tu dirección, aquí en Barcelona, para que te la remitan donde quiera que estés. Yo estaba dispuesto a darlo todo por ti y a pasar el resto de mi vida contigo, no sé por qué me has hecho esto Gabi, yo te quiero.

Eduard Ferrer



Guille y yo nos miramos extrañados pensando cómo una mujer podía huir de un hombre del que supuestamente estaba tan enamorada de un día para otro.
-Mira Gabi, me parece que tenemos más cosas que leer – mientras Guille me decía esto, señaló el sobre, tirado en el suelo, con una carta algo más grande que sobresalía del sobre. La emoción no me había dejado verla y me había centrado tanto en la primera, que casi no me podía creer que estuviera leyendo algo que había escrito mi abuelo hacía más de medio siglo. Cogí la primera carta y la guardé mientras sacaba el otro pliegue, algo más nuevo que el anterior y empecé a leerlo con Guille:

Barcelona, 20 de Febrero de 1960
Querida Gabi,
Te envío esta carta a tu dirección en Córdoba remitiéndote la pequeña carta llena de confusión que te escribí, cuatro años atrás, para que te des cuenta de que no te estaba mintiendo la última vez que te llamé por teléfono, hace sólo unos meses, cuando por fin pude contactar contigo. Te escribí desconcertado, porque no sabía que te había movido para que te marcharas así, tan de repente y en un día tan importante.

Llevas engañada todos estos años por tus padres, porque ya sé toda la historia Gabi, todos estos años Rosa, tu mejor amiga, te ha guardado el secreto, pero el otro día no pudo más y cedió a mis ruegos así que ya lo sé todo. No sé cómo pudiste creer que me estaba viendo con Núria mientras preparábamos nuestro enlace y no sé cómo pudiste creer que me habían visto paseando con ella varias veces por el Parque de la Ciutadella, agarrados de la mano y haciendo Dios sabe el qué te habrían contado.
Sabía que tus padres no aprobaban lo nuestro, no confiaron en mí nunca, pero no pensaba que fuesen capaces de hacer cómplices a la propia Núria, que la noche de antes del enlace lo confirmó todo entre sollozos, según me contó Rosa.
Lo más curioso es que unos meses después de que te fueras, Núria vino a casa y se declaró, entonces no comprendía el por qué, pensaba que había sido un arrebato pasajero pero luego, al conocer toda la historia, entendí que Núria intentó actuar en su propio beneficio, lo que no sabía era que yo estaba lo suficiente dolido y confundido a la vez como para pasar sólo todo este tiempo.

Ahora que ya sabes toda la verdad y que te sigo esperando aquí me gustaría preguntarte cómo están nuestras hijas, porque ya sé que tuviste un par de gemelas tan guapas como tú. Durante los meses siguientes a tu desaparición te envié todas aquellas pequeñas notas compinchado con tus hermanos, Daniel y María, ellos eran los encargados de que tus padres no supieran que yo me seguía comunicando contigo, a pesar de que no obtuviera nunca una respuesta por tu parte.

Sé que ahora puedes estar confundida pero sólo quiero decirte que te sigo queriendo y que espero que algún día entiendas que no fue culpa mía, que yo también fui una marioneta con la que jugaron a su antojo. Sólo quiero que sepas que tengo muchísimas ganas de conocer a Isabel y a Elena y si hace falta soy capaz de irme allí contigo para intentar hacer todo lo que no nos dejaron cuatro años atrás, sólo hace falta que me lo digas, que me avises y haré las maletas para partir y quedarme contigo, para siempre.

Eduard Ferrer


-Tengo que hablar con mi tía – dije al terminar de leer la carta – ella nos dirá todo lo que nos queda por saber y saber el desenlace de todo esto. – Guille asentía mientras yo le hablaba, parecía estar dispuesto a seguir conmigo hasta el final.


Es el turno de la señorita Casper :)

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